Las renuncias pertinentes para un quinto Centenario

Miguel Jimenez

Los mayoría de los habitantes de la localidad guipuzcoana de Getaria admiran y asumen  a Juan Sebastián Elkano como un símbolo propio de inteligencia, tenacidad y audacia. Para ellos,  estos valores fueron fundamentales  para  llevar a cabo  la  circunnavegación del globo terráqueo y colocar, de alguna manera,  el nombre de Getaria en la épica universal. No hay nada que objetar, es  la síntesis narrativa que requiere una tradición, un mito que  encarna cualidades positivas sin mácula,  cuya función  era  ayudar a  sobrellevar, en una comunidad pequeña, las sacrificadas y duras vidas en las que el mar, con una dualidad perversa,    proporcionaba riqueza  y se cobraba vidas.

Esta manera de construir identidad tiene ,desde ese ángulo,  cierta legitimidad,  siempre que se distinga entre mito y realidad, y siempre que se tenga en cuenta  que para la mayoría de los getariarras coetáneos de Elkano, los representantes de la nobleza local – y Elkano lo era-  no estaban  precisamente entre las personas más admiradas y queridas.

La historia  del Juan Sebastián Elkano real y de aquella circunnavegación, tiene sin embargo otros matices, y  el historiador para construir conocimiento histórico está obligado a contextualizar, a interrogar aquellos acontecimientos  y a construir la panorámica completa en un marco categorial  y conceptual que tampoco excluya los juicios de valor, una vez concluida la secuencia causal de los hechos.

El problema es que la mayoría de los discursos históricos fomentados y patrocinados, tanto por las instituciones vascas como por el estado para este quinto centenario, renuncian a rastrear  los hilos que unen aquellas incursiones  civilizatorias  de hombres como Elkano con nuestro actual modelo de globalización.  Se nos habla, sin complejos, de “emprendedores”, de “visionarios”,  y de hombres que hicieron posible el comercio a escala planetaria.  

Este quinto centenario, se perfila así, como un utillaje cultural más del poder, inserto en una mecánica de persuasión, que alimenta una   jerarquía de valores en los que se priman conocimientos superficiales.  Al  explicar aquellos acontecimientos  con categorías  como “mundialización”  o “modernización”,  construyen un discurso  que renuncia a la historia como proceso; renunciar, por ejemplo,  a la categoría  de  “colonialismo”,  es ocultar un factor clave, porque  la presencia europea con su lógica de conquista y sometimiento, comienza en el siglo XVI a  subordinar al resto de procesos evolutivos a sus fines, imponiendo así un único modelo y un único relato.

Algunos historiadores han devenido en intelectuales orgánicos, esos que en palabras del certero Manuel Vázquez Montalbán, se convierten en proveedores de la Real Casa (o habría que decir también de Ajuriaenea), como otrora    las monjas de los conventos  que producían  “Yemas de Santa Teresa” en Granada. Este paradigma cultural  financiado y promovido por el poder,  pone en marcha mecanismos de recompensa y reconocimiento, tanto institucionales como académicos, en los que los sistemas de promoción requieren de ciertas formas de  autocensura servil.

El  enaltecimiento de  Elkano , que al igual que hace cien años, se produce en un contexto de  profunda crisis de legitimidad  de la monarquía borbónica y su unidad territorial,  adquiere tintes esperpénticos de la mano del Ministerio de Defensa y del Ministerio de Cultura; con un comic destinado al público juvenil y una película de animación,  construyen y difunden un relato Disney o Mingote, (dependiendo del formato película o comic), en el que se aprecia ,en el trato al indígena como el buen salvaje,  esa pulsión neocolonial,  ese orgullo por haber sido imperio. Sin embargo,  se incurre en la gran falacia del regreso a Sanlúcar de “18 héroes”, cuando en realidad,  llegaron al menos  3 personas más, 3 indígenas en calidad de esclavos; uno de ellos, al que se le asignó el nombre de Manuel, llegó a entender el valor de la moneda castellana y el valor al cual se vendían las especias. Esos conocimientos mercantiles  adquiridos por Manuel de forma empírica, alertaron a los oficiales de la Casa de Contratación, y por ello se le retuvo y no se le dejó volver en la expedición que preparaba García Jofre de Loaísa. Era, de alguna manera, el hombre que sabía demasiado.

 En estos relatos, patrocinados por los ministerios españoles,  hay otro gran sacrificado que también era un testigo incómodo: Antonio de Pigafetta curiosamente  el cronista de la expedición, que en el comic del Ministerio de Defensa,  sólo es mencionado como un “aventurero”. La razón ,profunda y última, del desprecio que muchos historiadores oficiales profesan,  al cronista de la expedición,  es que Pigafetta  disuelve, con su crónica del viaje,  los elementos épicos y de gloria, dejando al descubierto las violencias y las miserias de los expedicionarios.

Hace un año que el gran historiador Josep Fontana nos dejó, pero antes de partir, nos obsequió con una obra sintética y didáctica, como era habitual en él,  sobre el desarrollo del capitalismo y sus mitos (Capitalismo y Democracia 1756-1848. Cómo empezó éste engaño, Ed. Crítica, 2019). Conviene leerlo para  rastrear las verdaderas lógicas y los hilos que nos unen con el pasado, esas  que ahora se nos quieren ocultar. Fontana ilustraba la mirada que el historiador debía tener echando mano de la poética de T.S. Eliot:

                                 por el corredor que no tomamos

                                hacia la puerta que no abrimos

En el pueblo que vio nacer a Elkano, mientras tanto, pueden seguir estando orgullosos del mito, pero sería importante añadir héroes y heroínas de carne y hueso a la memoria colectiva de la localidad:  Izaro Lestayo, la patrona de la trainera de Getaria, lucha por cambiar las normas y poder competir en la Bandera de La Concha capitaneando a los remeros de su pueblo.  Ahí, hay una muestra de tenacidad e inteligencia. Ahí, hay un rasgo de identidad real, que sí merece ser preservado.

Leave a comment